martes, 12 de octubre de 2010

IV

-¿No lo ves?, tú misma me das la razón, mereces un descanso, en tus manos está terminar de una vez con lo que dices es tan difícil, piensa que...
-¡Basta!, debes callarte ahora, el dolor es tan terrible que ya no espero remedio y ni siquiera la compasión de los demás podría aminorarlo, además, ni siquiera importa. Trato de salir de esto y juro por lo más sagrado que nunca he tenido una guerra más difícil por la siempre latente y seductora posibilidad de dimitir. La batalla más cruenta es la que libro cuando quiero dejar de escucharte para que tú, mi peor enemigo, dejes de vivir dentro de mi cabeza y por fin desaparezcan esos pensamientos que no debería tener y mucho menos considerar, es difícil contigo insistiendo a cada instante. Quisiera poder levantarme un día pensando que todo será distinto, que encontraré en mí la fuerza que voy enterrando con cada exhalación, descubrir que en mí vive de nuevo la esperanza de encontrar aquéllo que perdí en algún punto de mi vida; el entusiasmo por continuar.
Yo sé que esto es una enfermedad, y como tal debo tratarla según me aconseja el médico, pero lo que él no entiende es que la medicina ayuda mucho, pero nunca podrá sanar mi alma.

III

-Enfrentarme a mí, implicaba por fuerza escucharme, darme cuenta por primera vez de mis necesidades y sufrir ante la terrible realidad de saberlas imposibles. Para qué buscar el amor que no se puede corresponder; la familia que no se puede disfrutar; la maestría que no se puede cursar; el viaje que no se puede hacer y el camino que no se ha de recorrer-.

-Y ante todo esto, ¿por qué no quedarse dormida?-.

-Era el mundo onírico lo único que me acercaba a mis petensiosos deseos; tienes razón, era más gratificante dormir. El pretexto siempre fue el mismo, cifrar mi felicidad en lo único que sabía que no podría tener, era preferible entregarme al sueño-.

-Si has decidido el camino, ¿qué esperas para perpetuarlo?-

-Todavía no estoy segura...espera, sígueme escuchando, te lo diré. Nada más desesperante que tener muchas cosas que disfrutar y no poder obligarme a vivirlas. Tal vez nadie lo crea, pero es como estar encerrada dentro de un cuerpo manejado por un alma ya muerta, una a quien en realidad nada puede revivirla.

-Sólo los valientes merecen la vida, !acepta ya tu cobardía!

-De cuando en cuando el ser que eras y que habita en tu interior como rehén, busca una salida y trata de imponerse a disfrutar de la familia, el trabajo, los amigos, pero es inútil; ese rehén es muy débil y termina sin energía, obligado a regresar a su cárcel y seguir durmiendo, como mudo testigo de lo que pudo ser su vida.
Pero tienes razón, hay veces en que la lucha deja de apetecerle al rehén, y es cuando ni siquiera el llanto o el dolor acuden, hay tanta pena en el alma que ya no existe forma de exponerla y surge la máscara que ha de acompañarnos por el resto de los días, la misma que trata de simular la normalidad ante los demás pues no hay nada peor que ser molestado con las preocupaciones que los demás tienen por ti. ¿Para qué si ya no hay nada que hacer?

lunes, 11 de octubre de 2010

II

-Han pasado tres años desde que tomaste la decisión de intentar seguir con tu vida; perdiste a tu esposo y a tu hijo por un sueño absurdo que terminó escupiéndote a la cara tu estupidez. Después del desengaño, sobrevino el alcohol, el remordimiento y lo peor de todo, la soledad. Después de ese desastre, cuéntame, ¿tienes fuerza para seguir luchando?, ¿no quisieras sucumbir antes que soportar tu pasado?-.

- A veces considero que la paz está sobrevalorada, y sólo puedes ser conciente de ello cuando te descubres luchando en su contra. Recordaré los tiempos en los que me preguntaba si el dolor cesaría en algún momento, anhelando encontrar reposo para mi mente y alma, suplicando un momento en blanco que diera freno a mi acelerada carrera. Bebía a tragos las emociones, buscaba empaparme de cada nueva sensación sin comprender el peligro de quedarme atrapada en alguna de ellas, embelesada con la provocación de sentirme viva y dueña de mis actos. En aquellas épocas, todo importaba, la lealtad y la verdad fueron monedas de cambio, el esfuerzo era la coraza y el dolor el constante recordatorio de que existía aún la esperanza de encontrar el bálsamo para calmarlo, entonces las cosas aún valían la pena-.

-¿Y crees que ahora realmente algo en tu vida tiene sentido?, ríndete ante las consecuencias de tus actos-.

-Los sueños eran mi herramienta para prometerme que siempre habría un después, que la lucha diaria sería recompensada con el mañana, confiaba en que las acciones tendrían sentido. Nunca he podido fechar el momento en el que todo eso desapareció de mí, el instante en que me convencí, ¿o debo decir me convenciste?, de que ya no habría un anhelo que pudiese cumplir, en el que comencé a sentir la paz de no tener ánimos. No, definitivamente no era que el dolor o las desgracias desaparecieran, no significaba que hubiera dejado de soñar, tampoco que el mundo fuese un mejor o peor lugar, simplemente ya nada de eso importaba. No tenía porqué tener preocupación en un mundo en el que al parecer todo carecía de sentido. Sin causa no existe efecto y para mí ya estaba perdido.-

-Me asombra que pienses que aún a alguien le importas, tal vez sería mejor decidirlo ahora-.

-Sin advertir siquiera el cómo o el cuándo, me descubrí en el limbo de los acontecimientos, jamás pude parar el vertiginoso paso de la vida, y decidí tan sólo detenerme a observarla sin ser ya parte de ella. Después de haber sentido en carne viva toda mi existencia, de pronto tuve reposo, y una extraña sensación de egoísmo me envolvió, me di cuenta de que el mundo no notaba y mucho menos sufría mi abandono, seguía girando y a nadie afectaba mi retiro, la única que lo sabía era yo. Descubrí entonces la extraña realidad de la inexistencia, me sedujo el poder decir que no a las necesidades ajenas para satisfacer la única que tenía en ese momento, descansar de una vida vivida al máximo y sin embargo vacía y frustrada-.

-¿Lo ves?, tu pasado no puede ser más que una vieja proyección de tu futuro o sea tu presente, sigues siendo un fracaso, ¿por qué insistir?-

-Me había dedicado siempre a cumplir expectativas y probarme cosas que descubrí sin sentido, la prueba de ello es que allí estaba yo, deseando simplemente no ser nada. Me agotó de pronto el deseo de poner fin a eso. Me miré en el pasado y me di cuenta que siempre había luchado por no dejarme vencer por la siempre seductora idea de quedarme atrapada en mis fantasías, que se antojaban más importantes y felices que mi realidad; la niña, la adolescente y lo que fuera que era en ese momento, siempre buscaba reprimir ese deseo y fue cuando decidí probar esa parte negada de mí misma.
En alguna época yo no era así; recuerdo que el cansancio me provocaba insomnio, eso me enorgullecía pues consideraba el dormir como un desperdicio de vida, pero de pronto sentí necesidad de dormir, mi cuerpo lo exigía pero no era capaz de hacerlo, !pobre!, estaba acostumbrado a quedar en segundo término ante mis pretensiones. Tuve que provocarlo y dos dosis de té, me hacían dormir las ocho horas diarias que nunca me había permitido. No supe en qué momento dejaron de ser necesarias las infusiones, me encantaba soñar. Mi cambio de hábito no pudo tranquilizar mi vieja pesadilla, la ansiedad que me atacaba y consumía mi energía, orillándome al llanto y la desesperación seguido del inevitable deseo de dormir. Me hubiera gustado correr; ya no había esperanza, aunque hubiese corrido, sabía que no había en el mundo un lugar al cual llegar y en el cual poder esconderme de aquéllo que tanto miedo me daba, yo misma.

Es esto en lo que me he convertido

Debo agradecerle a Kafka pues el siguiente texto es suyo, y de alguna manera explica aquello que jamás me atreveré a decirme a mí misma.

"Soy una persona cerrada, taciturna, poco sociable, descontento, sin que todo ello constituya una infelicidad para mí, ya que es solamente el reflejo de mi meta. De mi modo de vivir en casa se puede sacar alguna deducción. Vivo en familia entre personas buenísimas y afectuosas, más extraño que un extraño. Con mi madre no he cambiado en estos últimos años más de veinte palabras de promedio al día; con mi padre nada más que el saludo. Con mis hermanas casadas y con los cuñados no hablo en absoluto, sin que esto signifique que esté enojado con ellos. El motivo es absolutamente éste: no tengo absolutamente nada qué decirles. Todo cuanto no es literatura me hastía y provoca mi odio, porque me molesta o es un obstáculo para mí, por lo menos en mi opinión. Carezco de toda sensibilidad para la vida de familia, salvo en el mejor de los casos el de observador. No tengo en absoluto el sentido del parentesco y considero las visitas como patentes agresiones contra mí. El matrimonio no podría cambiarme, como no puede cambiarme el oficio."

miércoles, 6 de octubre de 2010

Se me ocurre algo mi cielo, y si le sumamos a nuestro aniversario todos los sueños que hemos cumplido juntos, además de los anhelos construidos día a día, con la única conviccíón de inventarnos un camino que recorrer acompañándonos el uno al otro...¿habrá entonces un número que superando el infinitivo, represente con justicia nuestras esperanzas?
te amo