-¿No lo ves?, tú misma me das la razón, mereces un descanso, en tus manos está terminar de una vez con lo que dices es tan difícil, piensa que...
-¡Basta!, debes callarte ahora, el dolor es tan terrible que ya no espero remedio y ni siquiera la compasión de los demás podría aminorarlo, además, ni siquiera importa. Trato de salir de esto y juro por lo más sagrado que nunca he tenido una guerra más difícil por la siempre latente y seductora posibilidad de dimitir. La batalla más cruenta es la que libro cuando quiero dejar de escucharte para que tú, mi peor enemigo, dejes de vivir dentro de mi cabeza y por fin desaparezcan esos pensamientos que no debería tener y mucho menos considerar, es difícil contigo insistiendo a cada instante. Quisiera poder levantarme un día pensando que todo será distinto, que encontraré en mí la fuerza que voy enterrando con cada exhalación, descubrir que en mí vive de nuevo la esperanza de encontrar aquéllo que perdí en algún punto de mi vida; el entusiasmo por continuar.
Yo sé que esto es una enfermedad, y como tal debo tratarla según me aconseja el médico, pero lo que él no entiende es que la medicina ayuda mucho, pero nunca podrá sanar mi alma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario