martes, 12 de octubre de 2010

III

-Enfrentarme a mí, implicaba por fuerza escucharme, darme cuenta por primera vez de mis necesidades y sufrir ante la terrible realidad de saberlas imposibles. Para qué buscar el amor que no se puede corresponder; la familia que no se puede disfrutar; la maestría que no se puede cursar; el viaje que no se puede hacer y el camino que no se ha de recorrer-.

-Y ante todo esto, ¿por qué no quedarse dormida?-.

-Era el mundo onírico lo único que me acercaba a mis petensiosos deseos; tienes razón, era más gratificante dormir. El pretexto siempre fue el mismo, cifrar mi felicidad en lo único que sabía que no podría tener, era preferible entregarme al sueño-.

-Si has decidido el camino, ¿qué esperas para perpetuarlo?-

-Todavía no estoy segura...espera, sígueme escuchando, te lo diré. Nada más desesperante que tener muchas cosas que disfrutar y no poder obligarme a vivirlas. Tal vez nadie lo crea, pero es como estar encerrada dentro de un cuerpo manejado por un alma ya muerta, una a quien en realidad nada puede revivirla.

-Sólo los valientes merecen la vida, !acepta ya tu cobardía!

-De cuando en cuando el ser que eras y que habita en tu interior como rehén, busca una salida y trata de imponerse a disfrutar de la familia, el trabajo, los amigos, pero es inútil; ese rehén es muy débil y termina sin energía, obligado a regresar a su cárcel y seguir durmiendo, como mudo testigo de lo que pudo ser su vida.
Pero tienes razón, hay veces en que la lucha deja de apetecerle al rehén, y es cuando ni siquiera el llanto o el dolor acuden, hay tanta pena en el alma que ya no existe forma de exponerla y surge la máscara que ha de acompañarnos por el resto de los días, la misma que trata de simular la normalidad ante los demás pues no hay nada peor que ser molestado con las preocupaciones que los demás tienen por ti. ¿Para qué si ya no hay nada que hacer?

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