miércoles, 22 de septiembre de 2010

Descansa en paz, Jackie.

lunes, 6 de septiembre de 2010

De esas cosas escritas cuando existe la esperanza.

Ayer, casi fue igual que antes

Ayer te llamé como tantas veces, de alguna extraña razón el simple hecho de saludarte me hace sentir tranquila y segura, alguna vez ya te había dicho que por ti sería capaz de hacer cualquier cosa, hay tantas lágrimas que hemos derramado juntos, y hay tantas alegrías compartidas que sería injusto restarles importancia.
Tomé el teléfono y comencé a platicarte cosas que nadie más estaría dispuesto a escuchar, tu risa me transmite felicidad, por que yo no puedo desear otra cosa que la felicidad para ti.
Sin embargo, de pronto todo cambió y desperté de aquello que había soñado, me di cuenta de que no era realidad y supe entonces a qué se debía ese dolor intenso.
Por desgracia sigo sin comprenderlo, sin saber en qué momento esa persona que tanto te quiere y que es capaz de cualquier cosa por ti comenzó a merecer el ser considerada como hipócrita.
¿En qué momento fue mejor hacer de lado todo sin volver la vista a lo ocurrido?; Qué tuvo que suceder para que comenzaras a creer que el estar detrás tuyo era para apuñalar tu espalda amigo, si en realidad lo hago para estar allí en el momento que lo necesites sin que tenga que estorbar al estar al lado tuyo, ni creerme más importante como para estar delante de ti, a menos que sea para interponer mi cuerpo si alguien quiere dañarte.
Me cuesta trabajo indagar los motivos, quizá en realidad no exista ninguno, quizás es simple cuestión de madurez, (aunque debo confesarte que siempre pensé que la amistad no envejecía), sin embargo sea lo que sea no deja de doler, con ese dolor sordo que lastima directamente el alma y que deja profundas heridas.
Ya sé, debo parecer una tonta que se contradice sola, hace algunos momentos he dicho que soy capaz de hacer por ti cualquier cosa para que seas feliz, aunque eso quiera decir el perder a uno de mis mejores amigos.
Y es que finalmente es lo que importa, sin embargo me duele cómo ha ocurrido todo y que ni siquiera se me haya dado la oportunidad de conocer tus razones, o conocer de qué se me acusa.
Estoy segura de que en el fondo de tu corazón sabes que lo que digo es cierto, y sé que nunca quisiste herirme con todas esas palabras que escribiste, y sé que no piensas que el tiempo que he pasado contigo fue por hipocresía, yo sé que todo eso lo dices porque también a ti te duele esta separación...o por lo menos eso quiero pensar.
De lo único que estoy segura es que a pesar de todo seguiré esperando, porque eso debemos hacer los hermanos, esperar a que el otro se de cuenta del error. Yo sé que debo haber cometido muchos y si es así perdóname.
Yo sé que nuestro orgullo impide cualquier acercamiento, pero creo que por ahora es lo mejor porque todavía me duelen las palabras y todavía no sé cual es en verdad el sueño o la pesadilla.

PARTE I

Mírate allí, sentada en el comedor de aquel cuarto que te sirvió de refugio para aquella ilusión, en ese entonces te parecía un palacio, ahora lo ves como es, deprimente. Otra vez estás completamente sola, sin comprender que la solución no la encontrarás en el alcohol y que tu dolor no se disipará con el humo del cigarro.
¿Contar con él?, sabes que ya no puedes, y pensar que lo dejaste todo por eternizar esa pasión que te hizo sentir; cambiaste a tu familia por seguir la aventura. Traicionaste a tu esposo, después de que te amó siempre, te traicionaste tú al correr a unos brazos ajenos y defraudaste a tu hijo...
De pronto, llegan a tu mente las imágenes del momento de tu partida, no diste más explicaciones que tu risa hiriente y la humillación a Alejandro, tu marido, al decirle que te ibas con Manuel, su propio hermano, no hiciste caso cuando te advirtió que te lastimaría.
El recuerdo de estos momentos te hace sentir muy estúpida como para soportarlo. Bebes ahora otra cerveza y empiezas la segunda cajetilla de la tarde. De pronto miras el calendario, mañana es la fecha señalada para decidir el divorcio. Una lágrima dejas caer, lo que más duele es perder a tu hijo, sabes que nadie te daría la razón.
Nuevamente piensas en lo que vienes planeando desde que Manuel te dejó; luchar por vivir o rendirte ante la muerte provocada. Sabes que Alejandro te amaba por ello te reprochas tu crueldad, no era necesario lastimarlo, él quería protegerte, y ni siquiera te importó que tu hijo te suplicara que no te fueras.
Ahora sabes que fue por las lascivas ilusiones que Manuel te despertó, que estuviste cegada arrojándote a sus brazos, sus promesas no fueron sinceras por ello las olvidó pronto y se marchó dejándote más sola que nunca.
Otro trago y un cigarro, has perdido ya la cuenta de cuantas veces has repetido la operación, miras alrededor, se presentan ante tus ojos el calendario y con él la oportunidad de luchar o la vieja navaja del abuelo y así cortar tus venas y morir desangrada para con este dolor expiar tus culpas y convertirte en mártir..